C. M. MAYO
El último príncipe del Imperio Mexicano

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Traducción de Agustin Cadena.

El último príncipe del Imperio Mexicano es una novela histórica fuertemente emotiva, vívidamente escrita y basada en una meticulosa investigación. Cuenta una historia que en su momento fue ignominiosa, un escándalo internacional, pero que terminó perdida, reducida a una nota de pie de página, literalmente en un registro.

Como lo explica la autora en su epílogo a la novela, "La historia de la historia", ésta se desarrolló a partir de un "germen" tan perfectamente jamesiano que ella no la podría haber inventado de haber querido.

Habiendo vivido varios años en la Ciudad de México y considerándose una persona relativamente culta e informada, con un español fluido, C.M. Mayo descubrió una pintura en uno de los muros de la casa de unos amigos, después de un almuerzo; era un retrato de un niño de aspecto inglés que llevaba un rifle al hombro, con el castillo de Chapultepec al fondo. Cuando ella inquirió, le respondieron que se trataba de Agustín de Iturbide y Green, "el príncipe de México". Sorprendida de su ignorancia sobre ese período de la historia mexicana y comprensiblemente intrigada con la noción de una monarquía en el Nuevo Mundo, C.M. Mayo dedicó varios meses a buscar más información, sin éxito, hasta que, a la mitad del libro de Jasper Ridley, Maximiliano y Juárez, se encontró con el capítulo "Alice Iturbide".

Mi sorpresa al encontrar una compatriota mía en un momento tan lejano de la historia, en la cúspide de esta aristocracia mexicana a la vez antagonista y víctima, motivada y cegada por quién sabe qué mezcla de ambición, avaricia, amor, patriotismo prestado o ingenuidad me intrigó tanto que de inmediato supe que quería explorar y expandir la historia en una novela.

La historia se centra en este hecho: durante el breve Segundo Imperio mexicano, el emperador Maximiliano y la emperatriz Carlota tomaron en custodia al hijo, todavía de brazos, de un aristócrata mexicano y una madre norteamericana, nieto del primer emperador de México, y lo convirtieron en su presunto heredero.

Pero, como suelen hacerlo las novelas, ésta cobró vida propia; la historia de los desesperados padres que trataban de recuperar a su bebé de las manos de una insensible pareja real —cada día más inestable, mientras los franceses se retiraban de México y su Segundo Imperio se venía abajo a su alrededor— creció hasta convertirse en algo mucho más grande: una historia internacional de intriga política, guerra y diplomacia que tiene lugar en la Ciudad de México, en Washington, en Inglaterra, en París e incluso en Roma; una historia que entronca con la de la guerra civil norteamericana y describe la compleja situación política de la frontera entre México y Estados Unidos, especialmente con la Confederación, tanto antes como después del Imperio.

Sobre todo, El último príncipe del Imperio Mexicano es una novela que explora la cuestión misma de qué significaría ser mexicano. Los mexicanos, ¿serían súbditos o ciudadanos? Tan importante como esto, sin embargo, es que a lo largo de la lectura llegamos a entender que histórica, política y culturalmente compartimos mucho más con nuestro vecino del sur de lo que comúnmente pensamos.

Para nuestra fortuna, C. M. Mayo decidió que la única manera en que podría abordar estas cuestiones era contar "una verdad emocional", y sólo un novelista posee las herramientas para hacer eso: explorar las emociones y motivaciones de los personajes involucrados en los sucesos de su narración; es la imaginación creativa y el uso de lo que Mayo llama "sociología de sillón". Un ejemplo de esto es la afortunada consecuencia de su decisión de contar la historia desde múltiples puntos de vista, incluyendo las diferentes perspectivas desde las cuales los personajes se perciben unos a otros. Se revelan a sí mismos a través de su interacción y su chismorreo sobre los demás, extraídos éstos de las cartas, periódicos, diarios y otros materiales que la autora se pasó años peinando, y lo mejor de todo es que venimos a comprender que algunas preguntas no tienen respuestas últimas. Y esta es la esencia de la buena literatura.

Más aún: al recrear en sus páginas los paisajes, los olores y los sonidos de la Ciudad de México, Cuernavaca, Georgetown, París y los otros escenarios de la novela, tanto por fuera como por dentro, C.M. Mayo no sólo está pintando la escenografía en la cual los personajes van a interpretar el drama. Más allá de eso, la autora crea una "realidad virtual" para que el lector se pasee por ella, para que pueda ver las cosas tal como los personajes las percibían y las experimentaban, incluyendo lo que usaban, cuándo y por qué lo usaban, cómo se comportaban y de qué hablaban, todo lo cual queda al servicio de la narración.

Nos hace cosquillas en la nariz el polvo de la sala de doña Juliana, que cubre todas las cositas que tiene en sus repisas; cada una de ellas nos cuenta algo sobre su historia personal y política. Definitivamente, saboreamos los pays de fresa de Alicia, que la han hecho famosa y nos traen a la mente su historia personal y sus valores y refuerzan la naturaleza bicultural de su matrimonio y de su relación con su esposo.

Finalmente, al permitirnos ver a los personajes dentro de su mundo particular, tanto público como privado, y escuchar lo que dicen y cómo se comportan unos con otros, simpatizamos con ellos, nos creamos nuestras propias versiones de los mismos y sacamos nuestras propias conclusiones, a fin de comprender mejor los significados más grandes y esenciales de la narración.



Sobre la autora

C.M. Mayo nació en Texas en 1961 y creció en California. Empezó a escribir desde que era niña y, al principio de la segunda década de su vida, decidió dedicarse a ello seriamente, pero no sabía qué hacer. Estudió durante un verano con Paul Bowles, en Marruecos, pero al regresar se encontró con que todavía se sentía abrumada por "cómo moverse como escritora", para no mencionar que estaba un poco intimidada por las imágenes del "salto en el abismo" en cuanto a de qué iba a vivir si se dedicaba a la literatura.

Así que tomó el camino más práctico, haciendo su maestría en economía en la Universidad de Chicago, en 1985; fue ahí donde conoció a su esposo, un prominente economista mexicano. Luego de mudarse con él a la Ciudad de México, entró a dar clases de finanzas internacionales y de desarrollo en el ITAM, tanto a nivel de licenciatura como de maestría, y, con el nombre de Catherine Mansell Carstens publicó dos libros de finanzas antes de dedicarse a escribir literatura.

Ahora me doy cuenta de lo tramposo que es empezar a escribir ficción seriamente antes de los treinta años, y aun así. Creo que primero necesitas madurar, desarrollar un sentido de compasión por los demás, que es lo que de verdad se requiere para dotar de carne a los personajes literarios. La mayoría de los jóvenes de veintitantos años están en el "yo" y, para escribir narrativa, tienes que venir de un plano más espiritual que ése. Y eso requiere sólo un poco de tiempo. Así que me metí a la economía; tiene sus aspectos fascinantes, pero ¡ay! para mi no era suficiente. Cuando cumplí los treinta, decidí que era tiempo de decidirse: "o pescar o cortar carnada". Si quería ser escritora, tenía que empezar a tomármelo seriamente. Me puse a investigar y encontré algunos congresos de escritores a los cuales podía ir, y así empecé. Uno de veras necesita educarse como escritor, y saber cómo hay que ir haciéndolo no siempre es fácil ni obvio. De verdad me ayudó el haber sido un poco mayor.

C.M. Mayo comenzó escribiendo relato corto, y su primer libro, El cielo sobre El Nido, ganó el premio Flannery O'Connor de narrativa breve. Su segundo libro, Miraculous Air (Como gente que apareciera en un sueño: un viaje de mil millas por Baja California, el otro México), es una memoria de viaje ampliamente aclamada. La escribió en una época en que México pasaba por una grave crisis política. Emprendió la obra como un intento de llegar a comprender mejor a México, "cuando lo único que yo quería era irme". Traductora ávida de literatura mexicana contemporánea, C.M. Mayo es editora fundadora de Tameme Chapbooks-Cuadernos y compiladora de la antología Mexico: A Traveler's Literary Companion (México: Guía literaria para el viajero), una visión de México a través de la narrativa y la prosa literaria de 24 escritores mexicanos.

Sus otros galardones incluyen el Premio de Periodismo de Viaje Lowell Thomas, en tres ocasiones y, también por partida triple, el Premio Washington a la creación literaria, la última vez por su ensayo sobre una visita al castillo italiano de Maximiliano: "De México a Miramar, o a través del Lago del Olvido", publicado en el Massachusetts Review (también accesible en línea en cmmayo.com/publications). C.M. Mayo divide su tiempo entre las ciudades de
México y Washington.



Entrevista con la autora


Empezaste escribiendo relato corto para luego seguir con tu libro de memorias de Baja California,
Miraculous Air. ¿Te sirvió esto como una transición hacia la novela, hacia un proyecto tan grande como éste?

Definitivamente, en especial en lo que toca a la estructura narrativa, una cuestión gigantesca para mí como escritora. Antes de la memoria de viaje había escrito dos libros de finanzas, lo cual me enseñó cómo estructurar una argumentación de la longitud de un libro y, bueno, simplemente a mantenerse trabajando en él. La memoria de viaje tiene una estructura mucho más compleja y luego, por supuesto, la novela tiene una estructura intrincada, incluso laberíntica. Así que con cada libro creo que he ido progresando en términos de dominar la estructura. Por lo menos eso espero. Y, claro está, Miraculous Air, al narrar una serie de viajes por "el otro México" —que exploran su independencia del México continental y sus conexiones con éste— es una especie de meditación sobre México mismo.


Quería preguntarte por tu decisión de estructurar la novela con base en fechas específicas. ¿Fue esto un resultado orgánico del proceso creativo, o estas fechas corresponden a acontecimientos históricos?

Sí, en la mayoría de los casos corresponden, pero la novela está estructurada de modo que los tres capítulos iniciales del "Libro I" tienen lugar en cierto período de tiempo, pero no en un día en particular. Lo mismo puede decirse del "Libro III".

No obstante, el grueso de la novela —los dieciocho capítulos que conforman el "Libro II"— tiene una estructura muy diferente. Cada capítulo se sitúa en una fecha específica; empieza con el "17 de septiembre de 1865: el príncipe está en el castillo", donde ya ha entrado en vigor el contrato entre Maximiliano y la familia Iturbide, y termina con el "25 de octubre de 1866: el camino de Orizaba": el día en que Maximiliano, escribiendo la carta mediante la cual devuelve el niño a sus padres, anula el contrato. El "Libro II" abarca la vida de este documento y, aunque tenemos múltiples analepsis y prolepsis, posee una estructura lineal: tick-tick-tick.

Pero hay una segunda razón por la cual cada capítulo corresponde a un día: la novela no sólo tiene múltiples puntos de vista; es una historia transnacional: ahí tenemos al ejército francés, tenemos aristócratas austriacos, tenemos norteamericanos, mexicanos y belgas y húngaros y la reina Victoria y el Papa... es complicado. Y me di cuenta de que para el lector sería un desafío más allá de lo razonable tener que seguir quién es quién y qué es qué sin un ancla. Esa ancla son las fechas.

Y hay una tercera razón: enfatizar los largos lapsos de tiempo que había entre los sucesos y las noticias de esos sucesos. En México, por ejemplo, la gente se enteraba de cosas que habían ocurrido en Europa hacía semanas, incluso meses. Con el desarrollo del telégrafo y el cable transatlántico en 1866, las noticias se aceleraron. Pero, comparado con lo que hay ahora, era muy lento y esto llegó a afectar —en ocasiones de manera trágica— las decisiones de algunos de los personajes. Éste es un tema recurrente en la novela.


Has dicho que esta novela es acerca de lo que significa, o significaba, ser mexicano. ¿Podrías hablar más sobre ello?

El Segundo Imperio fue una aseveración por parte de los franceses, la Iglesia Católica y un grupo de conservadores mexicanos de que el pueblo de México debía ser súbdito. Por el otro lado, la respuesta juarista —finalmente victoriosa— fue que no: los mexicanos eran ciudadanos. Ciudadanos de una república. Hay una diferencia fundamental entre ser súbdito y ser ciudadano. Lo primero implica obediencia; lo segundo, participación. Podría seguir. Pero el asunto iba más allá: Maximiliano, por ejemplo, se veía de verdad como mexicano, mientras que muchos mexicanos probablemente entornarían los ojos y resoplarían: "¡Qué ridículo!" Maximiliano era un aristócrata austriaco, impuesto por un ejército extranjero. Más aún, no olvidemos que de hecho había muchos mexicanos que le dieron la bienvenida y lo apoyaron.

Qué significa ser mexicano, entonces, es en parte una cuestión cultural , pero también es una cuestión política, como preguntar: "¿Quién dice?" Si eres una persona de Checoslovaquia que vive en México, ¿eres mexicano? En parte es una cuestión legal, que depende de tus documentos, pero también es una cuestión cultural. El México moderno es increíblemente diverso. Conozco mexicanos de cuarta generación que tienen apellidos ingleses y se consideran étnicamente ingleses. También tenemos muchos pueblos indígenas, algunos de los cuales no hablan español. Hay judíos rusos y polacos, una extensa comunidad libanesa, italianos, franceses, irlandeses, cubanos, guatemaltecos. En años recientes, cada vez más ciudadanos norteamericanos se han ido a vivir a México y se han naturalizado mexicanos. En suma, México es bastante más complejo y diverso de lo que muchos norteamericanos perciben.


Has dicho que este breve período de tres años, que transcurrió al mismo tiempo que nuestra guerra civil, fue un momento crucial en la historia de México. ¿Cómo es esto?

Es la historia de la derrota de una idea: la monarquía. Los mexicanos de hoy no son súbditos sino ciudadanos. No olvidemos que hace ciento cincuenta años, la monarquía como forma de gobierno era ampliamente, si no universalmente, aceptada. Este período es significativo también porque, aunque México ha tenido una larga historia de invasiones extranjeras, ésta fue la peor de todas. Fue masiva y brutal y sólo mediante un esfuerzo extraordinario pudo ser derrotada. Por esto es que el cinco de mayo —la conmemoración de la batalla de Puebla que tuvo lugar el 5 de mayo de 1862, es tan importante para los mexicanos. No fue una derrota definitiva para los franceses; resultó ser sólo temporal porque los franceses se reagruparon y tomaron Puebla un año después. Sin embargo fue poderosamente simbólica. Que el desarrapado ejército de la República de México pudiera humillar a las Fuerzas Imperiales Francesas, entonces consideradas el mejor ejército del mundo, no fue una cosa pequeña. Era David tirándole con su honda a Goliat: una sensación internacional.


¿Qué hay del asunto de la Iglesia y el Estado? ¿Fue eso parte del movimiento republicano?

Sería difícil sobreestimar el poder de la Iglesia en México en esa época. Tan sólo en la Ciudad de México, cuando ves cuántas propiedades y cuánto dinero tenía la Iglesia, te quedas con la boca abierta. Y también poseía gigantescas haciendas trabajadas por esclavos. Así que eso fue un tema recurrente en el siglo XIX en México: ¿Cuánto poder tiene la Iglesia y cuánto tiene el Estado? La Iglesia apoyaba la invasión francesa y a Maximiliano en parte porque los republicanos habían confiscado sus propiedades. Sin embargo, luego resultó que Maximiliano no le devolvió esas propiedades. Sencillamente no era factible. Pero esto fue siempre una causa de fricción entre el emperador y la Iglesia. Otra fue que Maximiliano era un poquito demasiado liberal para el gusto de la Iglesia; entre otras cosas —objetaron— quería promover la inmigración proveniente de la ex Confederación y de Europa y estaba dispuesto a concederles —¡Uy!— libertad de culto a los protestantes. En suma, aunque la Iglesia apoyaba al Imperio Mexicano, tenía sus propios intereses y éstos no siempre se alineaban con los de Maximiliano.


Háblanos de esto de "caerse en un berenjenal". Es una expresión mexicana, utilizada en la novela, que podría dar una idea de las dificultades que tuviste en esta investigación.

Viéndola de frente, es una historia confusa. ¿Por qué Maximiliano les quitó el niñito a sus padres y los envió al exilio? ¿Y por qué los padres, por lo menos en un principio, aceptaron esto? Para responder esta pregunta tenemos, primero, que entender el contexto social y político de la época y, segundo, tenemos que ir más allá de nuestra comprensión común del significado de una familia. Muchos historiadores hablan de que Maximiliano "adoptó" al pequeño, pero ésa no es exactamente la palabra.

Maximiliano lo entendió como algo más o menos análogo a la relación entre Luis Napoleón, el emperador de Francia, y los príncipes Murat. Y en este día y en esta época, ¡por Dios! ¿Quién se acuerda de los príncipes Murat? Pero si no sabes quiénes eran, es muy difícil entender lo que Maximiliano pensaba. Básicamente, lo que él decía era esto: les concedo a los Iturbide el status de Altezas y, como tales, se integran a mi casa. Así que no pensaba en el niño como si fuera suyo, sino más bien como una especie de primo, un pariente que quedaba bajo su liderazgo y protección. Ese concepto es muy difícil de entenderlo con una mentalidad del siglo XX-XXI. Y, para hacer más grande la confusión, muchas personas cercanas a Maximiliano en esa época estaban completamente perplejas.

La segunda razón por la que era difícil contar la historia es que el período mismo es increíblemente complejo. De hecho, no podemos considerarlo historia "mexicana" en tanto es historia transnacional. ¿Por qué los franceses invadieron México? ¿Por qué apoyó esto la Iglesia? ¿Por qué el káiser de Austria dejó ir a su hermano menor? ¿Quién era la esposa de Maximiliano, la emperatriz Carlota? Era la princesa de Bélgica y prima hermana de la reina Victoria. Y tanto el rey Leopoldo de los belgas como la reina Victoria tenían mucho qué decir sobre México. Inglaterra tenía muchos negocios importantes en minería y textiles, etcétera. Así que el embajador británico era una figura importante en México y, en cualquier caso, lo que la reina Victoria pensara de todo esto era vital para todos los involucrados. Y, por supuesto, Estados Unidos estaba tramando cómo sacar a los franceses de México, además de que ahí estaba el asunto de la Confederación y su relación con México. Así que fue un período extraordinariamente complejo.

Una tercera razón: para muchos mexicanos esta época es políticamente embarazosa. Es fácil decir: bueno, estos eran invasores extranjeros y los echamos fuera: una verdad que no es toda la gran, enmarañada y tan humana verdad. Para dar uno de muchos ejemplos, en la Ciudad de México hay un museo de lo que era el equivalente mexicano del Servicio Secreto. Pero, ¿acaso hay ahí fotos, uniformes o armas de cualquiera de los guardias palatinos de Maximiliano? ¡Jamás! Así que, como puedes ver, hay muchas historias que han sido o escondidas o enterradas.

Finalmente, cuando me puse a revisar las obras más importantes sobre el Segundo Imperio, lo que encontré acerca del pequeño príncipe y el arreglo de Maximiliano con los Iturbide fue realmente peculiar. En las memorias de aquellos que estuvieron cerca de Maximiliano, o que eran parte de la sociedad capitalina de la época, el asunto apenas y se menciona o aparece tergiversado en las formas más extrañas. Por ejemplo, las memorias de Sara Yorke Stevenson, por lo demás excelentes, resumen toda la historia del príncipe en una breve nota de pie de página casi al final. Me pareció especialmente extraño, puesto que ella habría conocido a la familia socialmente y conoció al general Bazaine.

En cuanto a las versiones juaristas de las cosas, uno tiene que tomarlas con una carga de sal; no olvidemos que estaban en guerra con el Imperio y no vacilaban en usar rumores mal intencionados como armas (por ejemplo, lo de que Maximiliano supuestamente tenía sífilis). Luego, varios autores afirman que el padre del príncipe estaba muerto o que la madre se había casado con otra persona o que el niño ya era mayor: todo falso. Es como si aquellos que eran cercanos a la corte no hubieran querido reconocer el hecho: había una especie de disonancia cognitiva en relación con el mismo. El conflicto con los Iturbide, por supuesto, fue una cosa muy penosa, muy embarazosa, tanto personal como políticamente, para Maximiliano y Carlota.


Tuviste que investigar por todo el mundo, durante varios años, tan sólo para armar la historia. ¿En qué punto empezaste a escribir, a recrear escenas, a "oír voces" como quien dice, a medida que los personajes se te hacían más reales?

Después de unos años de estar organizando el material, la novela empezó a armarse de pronto con el "23 de noviembre de 1865: El encanto de Su existencia": el capítulo que ahora está a mitad de la novela, en el que Alicia va a París y le suplica a John Bigelow, embajador norteamericano en Francia, que le ayude. Está escrito desde el punto de vista de John Bigelow. No pude escribir este capítulo hasta que me puse a rebuscar entre sus papeles en la Biblioteca Pública de Nueva York.

Me llevó tiempo darme cuenta de que no había ningún personaje que pudiera llevar solo la novela: era necesario escribirla desde diferentes puntos de vista. La novela tiene esta cualidad como de Roshomon; esto es, volvemos atrás y vemos la misma historia —Alice, frenética en su dolor, vuelve por su hijo y, en lugar de encontrar compasión, termina arrestada— desde varios puntos de vista, cada uno una lente completamente diferente, una interpretación muy distinta. La de Bigelow no podría ser más diferente que la de Maximiliano o, digamos, la de Frau von Kuhacsevich o la de la princesa (Pepa) Iturbide o, para el caso, la del conde prusiano que iba de vacaciones o la del librero de París.

Escribir este capítulo desde el punto de vista de Bigelow fue tan liberador... Oh, tú sabes: ¡Puedo hacer esto!

Pero volvamos a
los múltiples puntos de vista. Normalmente, cuando ves múltiples puntos de vista, eso significa que el autor ha perdido el control de la narración o que no sabe lo que está haciendo. El autor está pidiendo demasiado del lector cuando usa múltiples puntos de vista. Pero de lo que me di cuenta es de que el personaje principal, el último príncipe del Imperio Mexicano, no es tanto una persona como una idea: el símbolo viviente del futuro del Imperio Mexicano.

En cuanto a oír voces, sí, eso sucede todo el tiempo. Te puede asustar a veces, pero es completamente normal cuando escribes una obra de ficción. No oía las voces como si salieran de la radio; más bien eran una especie de vaga insinuación, como cuando uno recuerda una línea de un diálogo.


Da la impresión de que empezaste a trabajar en la novela antes de concluir la investigación.

Si, y de hecho ya tenía completo un borrador cuando de pronto reparé en que, claro, la gente culta de esa época y en especial Maximiliano habría visto todo a través de la lente de la antigüedad clásica. No lo había enfatizado tanto como debía, así que traje a colación más a Tácito y a Cicerón y a Augusto y otros. Incluso cuando el libro ya estaba en sus etapas finales, pude integrarle algunos fragmentos y referencias (y correcciones) gracias a la espléndida obra del doctor Konrad Ratz sobre Maximiliano, recientemente publicada: Tras las huellas de un desconocido, que se basa eminentemente en su traducción original de varios documentos de lengua alemana.

Debo señalar igualmente que el doctor Ratz tradujo y editó también una colección de cartas entre Maximiliano y Carlota. Cualquiera que lea estas cartas verá que su relación era muy diferente de como aparece en la mayoría de las historias. Se puede asegurar que, aunque la convivencia tuvo sus retos, Maximiliano y Carlota se amaban y se respetaban profundamente uno al otro. Esto resulta claro a través de tantas cartas en un período de tiempo tan largo.


Pero, ¿qué pasaba entre ellos? La novela está llena de chismes y rumores y, en algún momento, se sugiere abiertamente que Maximiliano era homosexual. Nos enteramos de que él y Carlota no tenían una relación física, para gran frustración de ella. ¿Era él asexual?

La respuesta que prefiero es que nunca lo sabremos. Cuando haces tu trabajo como novelista, tratas de ponerte en el lugar de tus personajes y de imaginar cómo habrían sido las cosas para ellos. Con ese espíritu, me parece pertinente hacer notar lo jóvenes que eran (él tenía poco más de treinta años, ella sólo veinticinco) y cuán fuerte era la presión con la que vivían constantemente, sin tener nunca un minuto de privacidad. Se encontraban en un peligro muy grande: había habido intentos de asesinarlos. A su alrededor, la gente moría de fiebre amarilla, un tipo de fiebre hemorrágica: una de las maneras más espantosas de morir. Añádase a esto el hecho de que Maximiliano estaba plagado de achaques: padecía diarrea, dolores en el hígado, fiebres, malaria. Y cuando todo comenzó a venirse abajo en torno de ellos, la tensión que sufrían se volvió increíble. La salud de él se colapsó y, como es bien sabido, mientras visitaba al Papa en el Vaticano, en 1866, Carlota tuvo una crisis psicótica de la que nunca se recuperó. Pero, bueno, volviendo a esa época en México, esta clase de presiones le habrían enmohecido el interés por el sexo a cualquier persona, ¿no?

El hecho es que Maximiliano y Carlota llevaban ya varios años de casados cuando llegaron a México y, al parecer, pensaban que nunca tendrían hijos. En la novela, Alice, la madre del príncipe, tiene sus propias teorías —que, por cierto, están basadas en una entrevista real que ella le concedió a Bigelow cuando éste fue a visitarla a la Ciudad de México, en 1882—. En consideración a quienes todavía no leen la novela, no voy a revelarla aquí; baste con decir que ¡tenía su dosis de sal y pimienta! Y ella era una fuente mucho más cercana que la mayoría de los otros. Eso dice: ¿quién sabe? Los chismes no terminan. La gente va a creer lo que quiera creer. Toda la novela tiene esta cualidad de casa de los espejos. Eso es lo que me propuse.


Sé que John Bigelow es uno de tus personajes favoritos, pero, ¿qué hay del resto del elenco? ¿Tienes sentimientos personales en relación con ellos, de una u otra manera, en este punto?

Alice / Alicia no fue un personaje sencillo; en mis primeros borradores yo era muy dura con ella. Es fácil condenarla por haberle dado su hijo a Maximiliano, pero, ¿quién no se ha sentido "un poquito deslumbrada, tal vez", como ella misma lo dijo, por alguna cosa, en algún momento? Ella tenía un espíritu aventurero y tenaz y, sin embargo, era tan joven y tan ingenua. También hay que ver que se hallaba bajo una presión enorme por parte de una personalidad muy fuerte: su cuñada mayor, que mucho iba a ganar del arreglo con Maximiliano. Maximiliano, bueno, al paso de los años siento que avancé a pasos enormes para tratar de entenderlo, pero a cierto nivel perdí la paciencia con él. Estaba tan arropado en las apariencias. Puedes verlo en su letra. Y, a propósito, me estuve documentando en grafología para tratar de entender a muchos de estos personajes, puesto que toda mi investigación se basaba en manuscritos. En tanto que la letra de Alicia se ve inclinada hacia adelante, afilada, rítmica, la de Maximiliano casi se antoja una caligrafía árabe con todos esos largos rizos hacia atrás. Se ve soberbia, pero le ha de haber llevado el doble de tiempo de lo que le llevaría a cualquier otra persona escribir algo. Aunque sus notas menos formales evocan más bien la letra de Alice, ahora que lo pienso. La letra de Angelo era demasiado grande; la de Carlota (antes de su crisis), rígidamente impecable.

Me divertí mucho con los personajes secundarios. Frau von Kuhacsevich es el id total, ¿sabes? Y el barón d'Huart, a la vez tan petulante y tan soleado, siempre atento a la belleza y al sabor... Lupe, la nana fugitiva, esa especie de oveja perdida. En suma, siento afecto por todos los personajes; hay un pedacito de mí en todos ellos. Es parte de lo divertido de escribir una novela. Tienes que preguntarte a ti misma: ¿alguna vez me he sentido de esa manera? Tal vez no apruebes a una persona que se siente de ese modo, pero, ¿alguna vez te has sentido así, aunque sea tantito, tú misma?


Cuando te pregunté por qué, después de toda esta investigación, decidiste escribir la historia como ficción, dijiste que querías contar una verdad emocional. ¿Podrías hablar más sobre esto?

Por qué Maximiliano y Carlota vinieron a México, por qué Maximiliano se apropió del niño Iturbide y por qué los Iturbide aceptaron firmar su contrato son todas ellas preguntas imposibles de responder sin una comprensión de sus personalidades y motivos. Para decirlo de otra manera, todas son cuestiones de carácter y emociones y, en esta clase de exploración, la novela, como forma, es insuperable. Pienso en la forma como una especie de sueño vívido o, si se trata de utilizar un término más moderno, "realidad virtual": te permite experimentar lo que habría sido, digamos, sentarse en la sala y tomar té de jenjibre y pasarles a los presentes una carte-de-visite, bailar en una recepción, abrirte paso entre una muchedumbre vociferante; el olor del aire, cortante como una navaja, en un bosque de pinos. Y esta cualidad de lo vívido es lo que invita al lector —espero— a sentir más simpatía con la gente de esa época, de ese lugar, y lo que lo atrapa en esas situaciones.

No estoy diciendo que quiero que el lector apruebe algo de esto, pero sí que lo experimente y, así, que lo entienda un poco mejor.

Dicho de otra manera, el novelista tiene más herramientas para atrapar al lector.


Una de las herramientas que utilizas para atrapar al lector es el juego de arriba y abajo. Dices que investigaste sociológicamente a estas personas las niñeras, los guardaespaldas, los cocineros, pero que sin embargo son inventadas. ¿De qué manera te ayudó este juego a contar una verdad emocional?

Una vez entendiendo que ésta era una novela acerca de una idea —el último príncipe no como una persona, sino como el símbolo viviente del futuro del Imperio— y que, por lo tanto debía ser contada desde múltiples puntos de vista, me di cuenta que necesitaba tener uno o varios personajes, aparte de John Bigelow, opuestos a Maximiliano. Y no quise irme a un nivel más elevado —alguien como el propio presidente Benito Juárez— porque eso habría hecho crecer la novela a una proporción imposible de manejar. Pero necesitaba un personaje mexicano que se opusiera al Imperio y que, de alguna manera, fuera a interactuar con los demás personajes, y tenía sentido el que éste fuera un guerrillero, posiblemente un bandido, y lo maravilloso de hacerlo un bandido es que pude hacer que se llevara a la nana, quien huyó cuando los Iturbide salieron de la Ciudad de México.

Otra cosa por la que fue maravilloso escoger un bandido es que pude llevarme la acción a
Río Frío, una población sobre la carretera, en las montañas entre la Ciudad de México y Puebla, donde los bandidos atacaban con frecuencia las diligencias.

Una cosa que apenó verdadera y devastadoramente a Maximiliano —mencionada en todas las historias del Imperio— fue el asesinato del barón Frédéric Victor d'Huart —enviado belga y amigo cercano del hermano de Carlota, el duque de Flande— en Río Frío. Esta historia se cuenta en el capítulo "4 de marzo de 1866: Río Frío" y (en los recuerdos de Maximiliano) en el capítulo "10 de julio de 1866: Uno sigue la derrota".


¿Por qué crees que en los Estados Unidos somos tan ignorantes, generalmente, respecto a nuestro inmediato vecino del sur?

Hay una constelación de razones, y todo el mundo, incluyendo a nuestros más celebrados doctores en loquesea de México, es ignorante en algún grado, puesto que nadie puede saberlo todo. Pero prefiero darle la vuelta a la pregunta : ¿por qué la gente de otros países es tan ignorante respecto a los Estados Unidos? ¿Es arrogancia? ¿Flojera? ¿Cobardía? ¿Otras prioridades? ¿Disonancia cognitiva? Se trata de una cuestión multifacética, y para cada individuo, en cada momento, la respuesta puede cambiar.
Así que, volviendo a México,
El último príncipe del Imperio Mexicano es una historia para abrirte la mente, no importa cuán cerrada esté, no importa cuán abierta pueda ya estar. ¡Entra y escucha todo sobre esto!


¿Cuáles son algunas de las cosas que quisieras que descubriera tu lector al aceptar tu invitación de "Entra y escucha todo sobre esto"?

Primero, que la madre del príncipe no sólo era norteamericana, sino que venía de una familia muy prominente de la sociedad de Washington: la aristocracia de su tiempo y su espacio. Era nieta del general de la guerra de independencia, Uriah Forrest, y también descendía del gobernador Plater, de Maryland, ambos de las figuras más importantes de su época. Así que no debe ser una sorpresa el que ella pudiera provocar un verdadero escándalo internacional ante la negativa de Maximiliano de devolverle a su hijo.

Y aunque esta novela tiene lugar principalmente en México y Europa, es en gran medida una historia norteamericana. Sólo cuando los Estados Unidos se vieron enmarañados en su propia guerra civil, Francia se atrevió a invadir México. Y más tarde, luego de la rendición de los confederados, sin el apoyo de los Estados Unidos los juaristas habrían tenido que pelear una batalla mucho más dura para recuperar México.

En segundo lugar, es una historia sobre una intervención extranjera. Yo estaba trabajando en esta novela mientras nuestro gobierno invadía Irak, y la mayoría de la gente que se oponía trajo a la memoria el espectro de Vietnam. Pero me parece que una comparación más adecuada habría sido con los franceses en México, acerca de lo cual —qué lástima— la mayoría de los norteamericanos saben muy poco, si es que saben algo.

Finalmente, es una novela acerca de la compasión y el perdón.


Si hay alguna otra cosa que quisieras que el lector encontrara en tu novela, ¿cuál sería ésta?

Que comprendiera que existen infinitas capas de complejidad. Y que cada vez que le acercamos una vela al pasado, iluminamos también el presente.

 


Preguntas para discusión

¿Cuál fue tu respuesta inmediata a esta novela? ¿Alguna vez has ido a México? ¿Qué tanto de México sabías, o creías saber, antes de leer esta novela? ¿Cómo y de qué maneras esta novela enriqueció o transformó tus impresiones y tu conocimiento de la historia y la cultura de México?

¿Cómo describirías el tono y el estilo de esta novela? ¿Qué fue lo que más te gustó de ella?

¿Estás de acuerdo con la decisión de la autora de contar esta historia como ficción? Analiza los pros y los contras de sus razones para hacerlo así, tomando en cuenta su argumento de que los novelistas son, o deberían ser, "sociólogos de sillón". ¿Qué crees que la autora quisiera decir con esto? ¿Qué crees que quisiera decir con eso de contar "una verdad emocional"?

La autora afirma que el personaje principal de la novela es una Idea -la idea del futuro del Imperio en México-, así que tenía que contarla desde múltiples puntos de vista, lo cual -le parece- es pedirle mucho al lector. ¿Crees que así es? ¿Qué tan satisfecho quedaste con la estructura del Libro II, donde la novela se encuentra organizada a partir de las fechas que delinean el contrato entre los Iturbide y Maximiliano? ¿Crees que, al optar por esa estructura, la autora logró facilitarle al lector el seguimiento de los múltiples puntos de vista?

Comenta la manera en que la autora se vale del chismorreo y el rumor (todo lo cual es históricamente exacto, según se desprende de su meticulosa investigación) para contar su historia. En tu opinión, ¿que quisiera ella que el lector sacara en conclusión del uso de este recurso?

¿Cuáles son tus personajes favoritos en la novela? ¿Por qué? ¿Cuáles te parecen más interesantes y por qué? ¿Cómo y por qué, o por qué no, te identificaste con alguno de ellos? ¿Por qué supones que la autora dice que hay cosas acerca de Alicia con las cuales ella podría relacionarse?

¿Cuáles fueron tus impresiones iniciales o tus opiniones sobre Maximiliano y Carlota? Si éstas cambiaron o evolucionaron a medida que avanzabas en la lectura, identifica y comenta una o más escenas de la novela que hayan transformado tu punto de vista acerca de ellos. Haz lo mismo con Alicia y Angelo Iturbide y con Pepa.

¿Por qué crees que los Iturbide aceptaron el contrato con Maximiliano, cediéndole la custodia de su hijo Agustín? Analiza este tema desde los puntos de vista de todos los miembros de la familia. ¿Por qué crees que Maximiliano y Carlota querían la custodia de Agustín?

Cuando la autora describe la novela como "una historia norteamericana", ¿qué significa esto para ti? ¿Estás de acuerdo con ella? ¿Por qué o por qué no?

Si pudieras entrevistar a la autora, ¿qué preguntas de las que no tienen respuesta ni en el Libro III ni en el epílogo te gustaría hacerle?

Esta novela es notable por su cuidado en el detalle histórico exacto con que representa la vida cotidiana: cómo vestía la gente, qué comía, dónde vivía, cómo se entretenía, cómo se ponía la mesa para una cena de Estado, el protocolo para los almuerzos, la estructura social en una guarida de bandidos y más; algo así como en la mini serie de la HBO, John Adams. Si fueras el productor de una película o una serie basada en esta novela, ¿qué actores pondrías en los papeles principales?




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