About the Mexican Protest Song of 1866 |
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Sung to the tune of "La
Paloma" (the dove), a habanera by the Spanish Sebastian
Iradier, which became one of the most famous songs in the
world and was, supposedly, a favorite of Maximilian's. (According
to the website for the German documentary about "La
Paloma," Iradier, the one-time music teacher to the
Empress Eugenie, went on tour to the Americans with opera stars
Marietta Alboni and Adelina Patti sometime between 1850 and 1860s,
and probably composed "La Paloma" then.) (Farewell Mamma Carlota In 1866, on her way to Europe
to seek last-ditch support for the Mexican Imperial government,
Carlota is supposed to have overheard this song. From Joan Haslip,
The Crown of Mexico: Maximilian and His Empress (New York:
Holt, Rinehart andf Winston, 1971), p. 381-2:
The protest lyrics are supposed
to have been penned by none other than the Liberal General Vicente
Riva Palacio, after learning that the empress had departed Mexico
City in early July 1866.
Ninguno de los escritores que en estos días se han ocupado de la Emperatriz Carlota, con motivo de su fallecimiento, se ha referido a la celébre canción que entonara la "chinaca" a raiz del último viaje a Europa, de la consorte de Maximiliano, y que convirtió el Ejército Republicano en su canto de guerra. Nuestros literatos han vaciado sobre el cadáver de la infortunada archiduquesa, todo el lirismo de las elegías con el más trágico de los tonos, y no han rememorado este detalle típico de la canción bélica, tan estrechamente unida a la vida de la emperatriz, tal vez por haberles parecido insignificante en demasía. Por este modo de ver el veráculo, México va perdiendo su fisonomía y olvidando sus tradiciones nacionalistas. Como la "Valentina" y "Adelita" de nuestros recientes movimientos revolucionarios, los guerrilleros liberales que combatieron contra la Intervención y el Imperio, tuvueron su canto de combate. No fue ninguna de esas composiciones anónimas, que a fuerza de ser repetidas por los rápsodas de arpa hemidora y empolvados "huaraches", se inmortalizan al trocarse en cánticos de guerra. La canción de guerra tuvo un progentitor de relieve en las letras mexicanas y una prosapia ilustre, por más que su música sí fuera de origen plebeyo y hasta pedida prestada a otra tomadilla que andaba de boca en boca por aquellos tiempos. En las luchas de la Reforma, la canción dominante en las filas juaristas, fue la de "Los Cangrejos", debida a la traviesa pluma de "El Romancero" don Guillermo Prieto, aunque también "El Chinaco" alternaba con aquélla en el gusto de los "rojos". Durante la Intervención y el Imperio, fue "La Paloma" la que predominó en las primeras etapas, pues, repetimos, la "Mamá Carlota" o "Adiós a Mamá Carlota" como la tituló el autor, se compuso hasta poco después de haberse embarcado la Emperatriz, el año de 1866 en Veracruz. ¿Cómo se ha averiguado el origen de la famosa canción que ha poco quedó resucitada en el tablado de un teatro que cultiva el género escatológico, profanándose así el patriótico y noble sentimiento que la inspiró y que ahora readquiere cierta actualidad, pues que acaba de expirar el personaje a quien se dedicara como una sangrienta despedida? El señor licenciado don Eduardo Ruiz, notable literato michoacano, que historió los sucesos de la Intervención Francesa en su Estado natal y que por haber acompañado en sus campañas a los principales jefes liberales, fue testigo ocular de la mayor parte de aquéllos y de quien no ha mucho se publicó una deliciosa novela póstuma relativa precisamente a ese agitado periodo por que atravesó Michoacán, cuenta que hallándoser el general don Vicente Riva Palacio en la población de Huetamo, en los primeros meses de 1866, comiendo en la casa en que se alojaba, en compañía de su secretario Verduzco, del propio licenciado Ruiz y otras personas , llegó un emisario que le entregó una comunicación. El general-poeta, quitándose las gafas, leyó el papel con profunda atención, volvió a doblarlo y ante la profunda expectación de sus compañeros de mesa, continuó la comida hasta rematarla con sabroso café de Uruapan, pero sin referirse al contenido de la correspondencia recibida. Una vez despejada la mesa, levantándose el general, y, ordenando a su secretario que llevara pluma y papel, comenzó a dictarle, "de un tirón" la conocidísima canción, cuyos versos completos son estos: ADIÓS A MAMÁ CARLOTA Alegre el marinero Acábanse en Palacio Murmuran sordamente Y en tanto los chinacos
Hace varios días, desde que publiqué una nota relacionada con el "Adiós a Mamá Carlota", y no "Adiós Mamá Carlota, como hoy se acostumbra decir, me buscó un hijo del reputado escritor michoacano, don Eduardo Ruiz, quien dejó en un volumen anotadas sus memorias de la guerra de Intervención en aquella rica tierra purépecha. Al fin, pudimos encontrarnos el ingeniero Daniel Ruiz Benítez y yo, y de una charla con él he podido recoger nuevos datos pintorescos, sobre el origen de la canción que, desde el año de sesenta y seis, del siglo pasado, se repite por todas partes,; y cada vez que una fecha o un hecho nos recuerda la delicada figura de doña Carlota, en su retorno a las tierras europeas. Don Eduardo Ruiz, en su "Historia de la Guerra de Intervención en Michoacán", dejó un sabroso capítulo en el que habla de la historia del celébre "Adiós"; pero su hijo ha conservado un relato un poco más íntimo, más amplio, de aquella fecha en que don Vicente Riva Palacio dictara las estrofas del "Adiós" inspirado a caso por el negro café de Uruápan, con que se regalaban en una sobremesa de cariñosa recordación para esos hombres, durante toda su vida. UNA NOTICIA DE ALZATI Riva Palacio, ideó publicar un periódico diminuto, muy popular entonces, al que bautizó con el nombre de una danza muy popular. Muchos de esos ejemplares se escribían a mano, cuando la Imprenta de Huétamo, a cargo de Gregorio Pérez Jardón, humilde tipógrafoafiliado a la causa liberal, no estaba en condiciones de hacer ese trabajo. Otros ejemplares salían impresos. Ahora bien, el periódico no producía a los liberales un solo centavo. Era un vehículo de propaganda, en el campo contrario. Dice el señor licenciado Ruiz que el "El Pito Real" se regalaba a los "anheteros" y "barilleros" que iban a "Placear" a Huétamo, y qu, después, regresaban a Morelia y a otras plazas michoacanas. Y "El Pito Real" llegó a venderse por igual precio que una hectárea de tierra (y tierra michoacan), esto es por un peso. En "El Pito Real", se publicó por primera vez el "Adiós a Mamá Carlota" y las estrofas de Riva Palacio llevaron, amismismo, la noticia del viaje de la señora de Maximiliano en busca de la protección de Napoleó III. Antes de que llegara a Morelia la edición, los aliados de la intervención francesa, habían ocultado cuidadosamente tal noticia, que los ponía en muy duro trance. Riva Palacio trataba de reorganizar sus fuerzas y al efecto, mandó a un hombre de confianza, el [?] del autor de "Monja y Casada", les daba a conioer que la Emperatriz Carlota abandondaba el país, que era la noticia que recibiera Riva Palacio y que le sugirió hacer la burlesca poesía, parodiada de la no menos famoso y sentida composión "Adiós a México" de Rodríguez Galván, con cuyos primeros cuatro versos comienza. El "Adiós a Mamá Carlota" se publicó inmediatamente en un periodiquito intitulado "El Pito Real" que aparecía en Huetamo bajo la dirección del mismo General Riva Palacio, quien, hombre de pluma al fn y al cabo, ni en plena guerra dejaba de lucir su ingenio y derramar su sátira. Poco después de su publicación, el "Adió a Mamá Carlota" era cantado por los soldados del Ejército del Centro, que le adaptaron la primera música que les vino a las mentes, pero como los escuchara una vez Riva Palacio, les aconsejó que escogieran como tonada la de "Los Cangrejos" variándole el compás y eso fue la melodía definitiva de "Mamá Carlota". Para terminar estos apuntes, consignaremos que el historiador Nicolás Rangel cita a propósito de esta popular canción, lo siguiente: "Refiere el ngeniero don Jesús Galindo y Villa que encontrándose en Madrid en la Legación de México, el año de 1892, a la sazón que la Banda de Octavo Regimiento Mexicano, digirida por el capitán don Encarnación Payén, daba una serenata de despedida al Ministro de México, General don Vicente Riva Palacio, éste le dijo al señor Galindo y Villa, durante un momentoen que descansaban los filarmónicos: Dígale usted a Payén que toque lánguidamente "La Mamá Carlota". Payén cumplió fielmente los deseos del general. Y al concluir la última nota: ¡Pobre mujer! exclamó Riva Palacio. El destino ha sido con ella más cruel que los hombres mismos. Y, conmovido al recuerdo de lejanos tiempos, y al calor de un generoso y espontáneo sentimiento de piedad, asomó una lágrima furtiva rápidamente enjugada en los ojos del ilustre veterano de la República." |